martes, 21 de agosto de 2012

Emociones positivas

Muchas personas se preguntan por el modo en que surgen nuestras emociones positivas. En nuestra experiencia diaria podemos traer a la mente ejemplos de personas que viven continuamente experimentando alegría y felicidad, así como el caso opuesto, a saber, aquéllos que parecen vivir en un estado de eterna melancolía. Es más, las personas que gozan de salud mental son aquellas que experimentan emociones positivas en mayor medida. Este tipo de cuestiones nos llevan a plantearnos a debates ya clásicos en psicología acerca del origen de la conducta: ¿son estas emociones resultado de factores biológico-constitucionales que condicionan nuestras experiencias psicológicas? ¿o son más bien un tipo de experiencia factible de provocar mediante cambios en nuestro comportamiento?
Desde la psicología tradicional las emociones positivas han sido en gran medida olvidadas, en favor del estudio de la patología mental y las alteraciones de la psique. En la actualidad existe una corriente en psicología dedicada al estudio de esa parte positiva de nuestra mente, que cuenta con gran influencia también en las aplicaciones prácticas de la psicoterapia. Y es que hoy en día parece bastante claro en psicología clínica, que muchas personas que deciden acudir a un psicólogo pueden verse beneficiadas enormemente de la adopción de una perspectiva positiva en psicoterapia, en lugar de dirigir esta exclusivamente a los aspectos negativos de su experiencia.

A la mayoría de las personas nos gusta rodearnos de gente positiva, es decir, que experimente emociones positivas y sean al mismo tiempo capaces de contagiarlas. Las emociones son un tipo de sentir con una gran capacidad de transmisión entre individuos. Las personas positivas suelen resultar más atractivas para los demás, mientras que las negativas tienden a desgastarnos anímicamente y procuramos alejarnos de ellas. Probablemente todos podamos recordar el paso por nuestras vidas de alguna persona con actitudes (y emociones) positivas hacia la vida y el efecto que han ocasionado en nuestro estado de ánimo. Del mismo modo, podemos pensar en lo que ha sucedido tras compartir algo de tiempo con personas con un talante más negativo. Con ello quiero resaltar especialmente los resultados provocados por estos individuos y sus actitudes en muchos ámbitos de nuestras vidas, como pueden ser las decisiones que tomamos, la manera que tenemos de afrontar la vida y las dificultades cuando se encuentran cerca de nosotros, etc.

Cuando hemos hablado de contagio de emociones nos referíamos a una influencia entre individuos. La siguiente cuestión que nos surge es la posibilidad de que sea el propio individuo quien de alguna manera provoque las emociones positivas. Si es cierto que los demás pueden afectar de manera importante nuestro estado de ánimo, cabe pensar que nosotros mismos también podremos hacerlo. Este planteamiento enlaza con la cuestión inicial acerca del origen de nuestras emociones, bien sea a causa de una condición biológica o comportamental. A día de hoy podemos afirmar la influencia de ambos factores, si bien desde la psicología y la psicoterapia interesa resaltar la posibilidad de modificar nuestros estados de ánimo a través de nuestras acciones.

La experiencia de las emociones positivas está en gran medida condicionada por aquéllo que ocupa nuestra mente. Los estímulos que se encuentran en nuestro pensamiento son capaces de generar emociones, positivas y negativas. Este es el gran poder de nuestra mente, la capacidad de pasar del desánimo a la felicidad modificando pensamientos, imágenes y palabras, eliminando o restando importancia a preocupaciones y anticipaciones negativas de hechos que aún no han ocurrido o es poco probable que ocurran. Se trata de un ejercicio de manejo de nuestros procesos psicológicos internos, de nuestra mente y gestión de nuestras emociones, que en ocasiones surge de manera natural y automática y en otros casos es necesaria la ayuda de un psicólogo para lograrlo.

La psicoterapia y desde la orientación de la psicología positiva pretende llevar a la persona a aumentar el número y la amplitud (en variables como intensidad de la experiencia, tiempo dedicado a ella, etc) de emociones positivas que experimenta la persona. Volviendo a la perspectiva biológica y desde una orientación cognitiva hay que añadir que las emociones, entendidas estas como redes de neuronas interconectadas, aumentan la probabilidad de activarse a mayor número y amplitud de activaciones previas. Esto quiere decir que una de las razones que hacen a las personas positivas tener más probabilidades de experimentar emociones de este tipo es el hecho de haberlas experimentado anteriormente en más ocasiones. La labor del psicólogo por tanto es, aumentar su probabilidad de ocurrencia modificando o eliminando pensamientos negativos, enseñando al paciente a emplear un lenguaje positivo (al fin y al cabo el lenguaje es la base de nuestro pensamiento y por tanto también va a influir en nuestro estado de ánimo), dedicando tiempo a la elaboración y experimentación de pensamientos e imágenes positivas, etc. En resumen, se trata de hacer un trabajo psicológico prolongado en el tiempo de manejo de emociones negativas y positivas, logrando una mayor preponderancia de estas últimas sobre las primeras.

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