viernes, 7 de septiembre de 2012

Miedos en la infancia

Terapia psicológica infantil para los miedos infantilesLos niños experimentan miedos diversos a lo largo de su desarrollo evolutivo. La mayoría de ellos son pasajeros y tienen a desaparecer con el tiempo. El miedo es una fuente más de experiencias para el niño y tiene en estos casos una función adaptativa: protegerle de peligros reales. 

A los pocos meses del nacimiento los niños empiezan a identificar figuras familiares. Esto hace que aprendan a diferenciar lo conocido de lo que no lo es, y comienzan a sentir miedo por los extraños. Además, los niños también reciben influencia externa acerca de aquéllo a lo que deben temer, muchas veces con intención de protegerles y otras menos acertadas como estrategia educativa. Un ejemplo del primer caso sería cuando el adulto impide que el bebé se acerque a un enchufe. Se trata de una conducta de protección. El segundo caso ocurre cuando empleamos el miedo como recurso para hacer que los niños obedezcan ("si no te vas a la cama pronto va a venir el monstruo"). Las consecuencias negativas de este tipo de actuaciones son mayores de lo que podemos imaginar en un principio, ya que podemos estar generando fobias a múltiples situaciones y educar a los pequeños en el miedo y la alerta constante. Por tanto, emplear el miedo como estrategia educativa está totalmente desaconsejado.
De este modo el miedo tiene una funcionalidad siempre que cumpla unas condiciones: que sirva para proteger al niño y no sea excesivo o desadaptativo. Un miedo es excesivo cuando lleva al niño a asustarse ante objetos, personas o situaciones que no entrañan un peligro real. Por ejemplo, cuando no es capaz de permanecer a oscuras al irse a dormir, o no puede separarse de sus figuras de apego, etc. Decimos que el miedo es desadaptativo si la intensidad o la duración es tan amplia que impide o dificulta el desarollo normal del niño. Por ejemplo, el niño puede sentir cierta angustia cuando comienza a acudir a la escuela. Si este malestar permanece en el tiempo puede llegar a bloquearle de manera que no quiera ir o lo haga sufriendo una gran variedad de síntomas (dolores de cabeza, sudores, molestias en el estómago, etc).
Por tanto, debemos estar atentos a las características de estos miedos infantiles para saber si es necesario pedir ayuda a un psicólogo infantil. A cada edad es característico que aparezca una fuente de miedo más frecuente, formando parte del desarrollo evolutivo normal del niño y que se relaciona con el contenido de su experiencia habitual. Por ejemplo, durante los dos primeros años de vida los niños suelen temer a los ruidos intensos, a los extraños, a la oscuridad. Hasta los 5 años sienten más temor por el daño físico, manteniéndose el miedo a los extraños. En los primeros años de escolarización comienza el miedo a los seres imaginarios y a la propia escuela. En la adolescencia los temores más característicos son aquéllos referentes a las relaciones sociales y al aspecto físico (Méndez, 2010).
En función de las características mencionadas anteriormente podremos hacernos una idea de si el miedo que experimenta el niño es apropiado para su edad, si es excesivo o si le impide llevar una vida normal y desarrollarse adecuadamente. Consultar a un psicólogo infantil puede ayudar a detectar tempranamente el inicio de un problema relacionado con el miedo y seguir unas pautas que eviten su cronificación. Estas pautas deberán adaptarse a las dificultades de cada caso en particular y a las necesidades del niño. Los padres tienen un papel muy relevante a la hora de ayudar al niño a superar sus temores, y trabajarán de manera conjunta con el psicólogo infantil.



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